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El imperio Michelin tiene su origen en los esfuerzos de
una joven madre para poder divertir a sus hijos. Isabel Hugh Parker, bella
chica escocesa, se casó un poco después de 1830 con un francés que tenía, junto
con su primo, un pequeño taller donde se fabricaban aperos de labranza, en la
ciudad de Clermont-Ferrand, en Francia.
Desde niña, Isabel, había observado como su tío Carlos,
le fabricaba una pelota que rebotaba perfectamente, con caucho disuelto en
bencina. A esta muchacha se le ocurrió la idea de hacer varias para sus hijos.
Las pelotas fueron tan bien recibidas que su marido comenzó a hacerlas para
venderlas.
En un momento oportuno, la propiedad de esta empresa
familiar pasó a Andrés y Eduardo Michelin. Una tarde, en el verano de 1889, un
turista les llevó una bicicleta para que le repararan una rueda. Estas llantas
se comportaban bien, hasta que se producía un reventón, entonces se tardaba
horas en repararlas.
El taller de Michelin trabajó durante todo el día para
poder arreglar la rueda, y esa misma noche, Eduardo escribió a su hermano, que
se encontraba en París diciéndole que la llanta neumática tenía un inmenso
porvenir, pero había que hacer una, que cualquier persona pudiera cambiarla en
unos cuantos minutos.
La solución le costó a Michelin dos años de duro trabajo,
pero en junio de 1891 ya tenían un neumático desmontable para las bicicletas,
que podía ser colocado en solo algunos minutos. La superioridad de la nueva
llanta quedó magníficamente establecida en la gran carrera ciclista
París-Brest-París de 1891.
Andrés Michelin logró entender que el automóvil no
llegaría jamás a desarrollar grandes velocidades hasta que no se montasen sobre
ruedas de caucho
De los 210 competidores inscritos, solo uno, el ganador,
usó aquella llanta Michelin. Un año mas tarde, 10.000 ciclistas franceses
corrían sobre estas revolucionarias ruedas.
A finales de siglo XIX Francia era el primer país del
mundo en la industria de los automóviles, con 200 marcas contra las cuatro de
Estados Unidos. La velocidad máxima de los autos era de tan solo unos 19
kilómetros por hora, y cuando superaban aquel límite, los vehículos comenzaban
a desarmarse.
Andrés Michelin logró entender que el automóvil no
llegaría jamás a desarrollar grandes velocidades hasta que no se montasen sobre
ruedas de caucho, igual que las bicicletas. Los hermanos Michelin anunciaron
que lograrían tener ruedas de caucho listas para la carrera, de 1200 kilómetros
París-Burdeos-París, en junio de 1895.
Los hermanos Michelin no ganaron la carrera. Fue
necesario cambiar los neumáticos cada 150 kilómetros, lo que significó perder
mucho tiempo. Pero su automóvil fue uno de los nueve que lograron llegar a la
meta, y logró demostrar, que un vehículo con ruedas de neumáticos de caucho,
había dejado de ser un sueño.
La velocidad máxima desarrollada en la carrera
París-Burdeos-París fue de 24 kilómetros por hora, y cuatro años mas tarde, un
automóvil de motor eléctrico, y con neumáticos de caucho Michelin, estableció
una nueva marca de 100 kilómetros por hora. En 1908 y 1909, automóviles
equipados con neumáticos Michelin, ganaron la copa James Gordon Bennett, y en
1909 ganaron la carrera de Indianápolis.
Escandalizados por las viviendas miserables de algunos de
sus trabajadores, los hermanos edificaron, en 1909, una colonias de casas muy económicas
cerca de la fábrica.
En 1920, ambos hermanos, comenzaron a introducir métodos
modernos para el aumento de la producción. En un comienzo, las reformas
encontraron resistencia, los obreros temían que aquellos nuevos métodos serían
la causa de un mayor desempleo, pero los hermanos disiparon toda duda. La
fábrica se dotó de los últimos adelantos y no dejó de expandirse.