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Las marcas son como el ADN. Desde que nacemos hay un
color distintivo, un nombre y un apellido; un género representado en él o en
ella, una derecha o una izquierda. Batman o Superman, un equipo de fútbol, una
primera vez y así hasta morir. Todo termina hecho polvo, pero a Adidas lo único
que le ha destinado el tiempo es crecer y hacerse vital para varias
generaciones. En 1920, en Herzogenaurach -un cálido ''pueblito'' de 24.000
habitantes y una de las ciudades de Baviera, sobreviviente de la época de la primera
posguerra mundial-, los hermanos Adi y Rudolf Dassler diseñaron los primeros
zapatos deportivos, sin grandes máquinas ni abracadabras, sólo necesitaron el
lavadero de su mamá.
Poca gente los conocía hasta que -del lavadero-
aparecieron en los pies del atleta afroamericano Jessi Owens, en los Juegos
Olímpicos de 1936 de Berlín. En esa época, Adolf Hitler tenía la intención de
usar los juegos como pretexto para expandir la doctrina nazi de la supremacía
aria, pero el gran héroe, Owens, le aguó la fiesta. Ganó las competencias de
los 100 metros en 10,3 segundos, la de 200 metros en 20,7 segundos, salto largo
con ocho metros y encabezó el equipo de Estados Unidos que ganó los 400 metros
de relevos en 39,8 segundos. El deportista consiguió cuatro medallas de oro en
la Alemania nazi con unos zapatos alemanes y su triunfo fue considerado no sólo
deportivo sino también político.
Y Adidas inventó la publicidad moderna: antes de que
empezaran las competencias, Adi esquivó a los porteros y a los guardias nazis
de la Villa Olímpica y se coló con una maleta llena de zapatillas y convenció a
Owens de que corriera con las primeras zapatillas con clavos removibles,
inventadas por ellos. Después de la guerra, los hermanos Dassler discutieron y
hoy en día, enterrados en el mismo cementerio pero tan lejos como fue posible,
nadie ha revelado la razón. En su momento, cada uno siguió su rumbo, Rudolf
creó la empresa Puma mientras que Adolf se quedó con Adidas a la que rebautizó
quitándole el nombre originario de Gebrüder Dassler Schuhfabrik, por Adidas, el
resultado de unir las primeras sílabas de su nombre y apellido. Al logotipo le
impuso las inconfundibles tres rayas.
De ahí en adelante la ciudad se dividió en dos campos y
es conocida como la ciudad donde la gente tiende a mirar hacia abajo -debían
ver qué zapatos usaba la persona que estaba enfrente-, antes de entablar una
conversación. Había tiendas, panaderías y bares que extraoficialmente se
conocían como leales a Puma, o a la empresa de Adolf, Adidas. También hubo dos equipos
de fútbol: el club ASV Herzogenaurach que llevaba en los guayos las tres bandas
y el 1 FC Herzogenaurach tenía el gato que salta. Eso no era todo, los
matrimonios mixtos eran vistos de mal gusto.
En 1967, Adidas institucionalizó el símbolo de las tres
rayas y después del éxito, en 1971, cambió al logotipo del trébol o trefoil que
representa la herencia y la historia de la marca, pero desde 1996 decidieron
que el trefoil sería utilizado solamente en productos clásicos y moda de la
marca. Las tres hojas del logosímbolo representan el espíritu olímpico y según
dicen viene de tres plataformas continentales unidas. Actualmente Adidas no
sólo tiene ropa deportiva, cuenta con su línea Originals, enmarcada por el
trébol, que aparece con un estilo urbano para patinadores, rockeros, artistas,
músicos y cualquier tipo de persona al que le gusta la ropa cool. Ese
continuará siendo su ADN: Adidas, un logotipo imposible de expulsar del clóset
y de la vida.